Seguro más de una vez pensamos que hacer, si nos encontramos de repente con una situación de vida o muerte. Cómo podríamos reaccionar ante un evento inesperado, donde este en riesgo nuestra propia vida o la de alguien más?
No todas las personas están preparadas para enfrentarlo, pero en situaciones límites el ser humano es capaz de intentar hasta lo imposible, como si una fuerza arrolladora lo movilizara, sin razonar, solo con el sentimiento y la emoción.
Uno puede toparse con una situación límite en cualquier momento, en la ruta, en la calle, en un edificio...Un pedido de auxilio siempre puede surgir, o quizás no sea necesario, solo la visión de un cuadro dantesco basta para entender que se está en presencia de uno de esos momentos límite, donde cada fracción de segundo vale oro.
Hay quienes quedan paralizados por el temor. Otros, en estado de shock, pierden hasta el habla y la posibilidad de llamar por ayuda. Algunos reaccionan sin sentido, queriendo hacer sin hacer y muchos miran distraídos, para otro lado. Una situación límite, de vida o muerte, puede sacar lo mejor o lo peor del ser humano.
La Fórmula 1 no está excenta de estas situaciones. De hecho, sucedió en varias oportunidades y no siempre terminó igual. La historia que nos ocupa, si bien es conocida por muchos, nunca deja de ser interesante al repasarla.
EL 11 de marzo de 1943 nació en Civenna, Como, Italia, Arturo Francesco Merzario, quien con el tiempo se convirtió en un piloto de competición.
Con pocos resultados para destacar en sus épocas de formación, recién sobresale en 1972 con una importante victoria en la tradicional Targa Florio, tripulando una Ferrari junto al destacado piloto de rally Sandro Munari.
Esa actuación en particular le valió un lugar en Ferrari para debutar en la Fórmula 1, en una época donde había mucho de romanticismo en el deporte motor. Luego de la muerte de Lorenzo Bandini en 1967, Merzario era el primer italiano en volver a conducir para Maranello.
Debutó en Gran Bretaña de 1972 y se mantuvo en la Scudería hasta fin de 1973. Solo fue cuarto en dos oportunidades, lo mejor que Merzario tuvo para mostrar.
Durante 1974 pilotó para el equipo Iso-Marlboro FW, en el comienzo de la carrera de Frank Williams y al año siguiente pasó a competir para el flamante equipo Williams. Solo cosechó una catarata de abandonos y un puñado de resultados apenas decorosos, pero nada brillantes.
Al final de 1975 corrió un Gran Premio para el team Copersucar y luego fichó para March, retornando a Williams en 1976, momento en el que el millonario Walter Wolf regenteaba el equipo de Frank. Merzario corrió en F1 hasta 1979, pero no pudo superar un cuarto puesto como mejor resultado final.
Como vimos, no hay mucho para contar de Arturo en cuanto a resultados, pero en 1976 fue protagonista de una situación que lo metió de lleno en la historia.
El 1 de agosto de aquel año se corrió el Gran Premio de Alemania, en el fenomenal Nurburgring de 22.835 km de recorrido.
Antes de la carrera llovió y el infierno verde fue literalmente eso, un infierno. En Bergwerk, Niki Lauda perdió el control de su Ferrari 312 T con neumáticos slicks y se despistó violentamente. El auto del austríaco quedó envuelto en llamas. Guy Edwards pudo evitarlo, pero Harald Ertl y Brett Lunger golpearon lo que quedaba de la Ferrari, con el piloto dentro del auto, quemándose.
Era una época donde no había equipos de rescate a mano y allí en medio del caos, entró en acción nuestro piloto. Arturo Merzario descendió de su Williams y se lanzó directamente sobre el auto de Lauda. Con la ayuda de Edwards, Ertl y Lunger, el italiano se sumergió entre las llamas, soltó los cinturones de seguridad y consiguió extraer al moribundo piloto de esa trampa infernal.
Las quemaduras en el cuerpo de Lauda fueron de extrema gravedad. Merzario y los otros pilotos habían arriesgado su vida para salvar la de su colega, pero no había demasiadas esperanzas. Una vez hospitalizado, Lauda luchó por su vida durante varios días. Incluso un cura párroco le dio la extrema unción pero Niki tenía otros planes y 6 semanas más tarde vovió a sentarse en un auto de Fórmula 1, aunque el fuego había dejado huellas irreparables en su rostro.
Volviendo a nuestro intrépido héroe, Arturo Merzario siempre se encargó de recordar que una vez recuperado, Lauda brindó una conferencia de prensa donde ni siquiera agradeció o mencionó su nombre. Incrédulo, el italiano también apunta que se cruzó con Lauda en Monza y el austríaco solo le soltó un frío... “Adios”
El “Cowboy” como se lo apodaba en aquellos tiempos a Merzario, también señaló que un tiempo después en ocasión de una carrera en Salzburgo, Lauda se dejó caer para regalarle un reloj de oro, usado. Según le dijo Niki, se lo había regalado su ex esposa Mariela.
Atónito, Merzario rechazó el regalo reciclado y le disparó una serie de insultos que tardaron en callar. Además con el tiempo, se encargó de que todo el mundo lo sepa. Luego un Ingeniero de su equipo trató de calmar las aguas haciendo de intermediario y trajó consigo otro reloj de regalo, era un espléndido Heuer, pero esto no pudo enmendar la herida provocada por parte de Lauda y Merzario jura que, desde esos días, solo usa relojes comunes.
30 años después, Lauda y Merzario volvieron a juntarse en Nurburgring. Ambos retirados y con vidas muy distintas. Se abrazaron muy fuerte, Lauda le agradeció el haberle salvado la vida. Merzario aceptó las gracias, el tiempo había cerrado las heridas. Arturo dijo que no se sentía un héroe, que actuó correctamente y se tiró sobre las llamas porque el extintor no funcionó. Cuando le preguntan por el famoso reloj, Merzario sonríe y dice eso ya no importa, lo que valoro es poder estrechar su mano y agradecer estar vivos, después de correr en esa época tan peligrosa.
De un lado, Niki Lauda, millonario, tricampeón del mundo, una leyenda de las pistas y hoy dueño de una compañía aérea.
Del otro, Arturo Merzario quien había intentado formar su propio equipo de competición pero no le fue nada bien, deportiva ni económicamente. Siguió corriendo en diversas categorías y también se ganó la vida como instructor de manejo, además de participar activamente en competencias endurance y en festivales internacionales.
Hoy, con sus rizos y su sombrero continúa recorriendo el mundo, recibiendo distinciones y compartiendo sus experiencias. En 2009 estuvo en el Gran Premio Histórico Homenaje a Gianclaudio Regazzoni en Paraná y luego se reunió en el Módena de Buenos Aires, con el querido José Froilán González. Seguramente las anécdotas de aquel infierno de 1976 no faltaron.
Al fin y al cabo la Fórmula 1 no fue tan cruel con Arturo Merzario. Tuvo una oportunidad de quedar en la historia. No por ganar carreras o por ser un gran campeón, sino por algo loable de verdad. Nada más ni nada menos que por haber salvado la vida de otro competidor, arriesgando su propia integridad. Lo que se dice un verdadero héroe de las pistas, con el fuego sagrado y el corazón valiente.
@damonf1
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