La vida suele ser dura, vaya si él lo sabe. Los golpes del destino surgen inesperados y muchas veces son desvastadores, dependiendo de quien los reciba y de cómo los asimile. Quienes siguen adelante pese a todo, sin renunciar a sus sueños, son dignos de admiración.
Mucho se escribió sobre él y queda claro que esta nota no pretende ser una biografía. Simplemente busca reflejar cuan grande puede ser y cuan lejos puede llegar una persona, con solo proponérselo, guiado por su pasión, sin que importen las dificultades que tendrá que superar...de eso se trata.
Sucede a menudo que, cuando la gente quiere encontrar inspiración, observa a los que están en foco, a las estrellas.
Para mucha otra gente, esa fuente de inspiración está en su hogar, en su colegio, en su barrio, sin ser una estrella, merece la admiración y el respeto de quienes lo rodean.
Traslademos la misma situación al universo de la Fórmula 1 y es probable que muchos se identifiquen o encuentren inspiración, contemplando a los grandes campeones del volante, esos héroes que con sus bólidos conquistan al mundo.
Es tanto el brillo que se genera sobre un gran campeón, que parece que todo lo que gira alrededor va en otra sintonía, hasta con otra gama de colores.
Sin embargo puede que haya alguien más ahí, alejado del bullicio, con su mirada serena y su temple de acero, capaz de inspirarnos y de transmitirnos emociones más fuertes, ya que su pasión puede opacar el brillo de lo efímero.
El 16 de abril de 1942, al nacer Francis Owen Garbertt Williams, su papá se marchó para siempre del hogar. Cuando el pequeño cumplió apenas 3 meses de vida, fue su madre la que lo abandonó. Así se describen los primeros tiempos de vida, de quien es hoy uno de los hombres más representativos de la historia de la Fórmula 1.
Frank Williams fue criado por una tía generosa que se ocupó de él, y a medida que fue creciendo, también fue forjando sueños que nunca más abandonó. Finalizó sus estudios en un colegio escocés y se puso a trabajar como mecánico. La forma más inmediata de estar cerca de su verdadera pasión, el automovilismo.
Más tarde alquilaba un auto de competición a otros pilotos, también vendió repuestos y elementos usados para generar algún dinero. Una vez que pudo hacerlo, lo intentó y se subió a un Austin para correr. Sus resultados al volante no fueron notorios y en esos tiempos, junto a su amigo Piers Courage recorrió muchos países a bordo de una vieja camioneta. Su reputación de hombre aplicado y trabajador comenzó a notarse y varios equipos empezaron a confiarle la preparación mecánica.
Eran épocas románticas para la Fórmula 1, donde aún había lugar para los aventureros. Así fue que en 1967 fundó la Frank Williams Racing Ltd. y con un Brabham, junto a su gran amigo Courage entraron en el mundo de la F1. Más tarde cambiaron el Brabham por un chasis De Tomaso y allí llegó otro de esos golpes del destino que a más de uno lo haría flaquear…su queridísimo amigo Piers Courage se estrelló en el GP de Holanda y murió.
Pasado el duro momento, Williams siguió adelante y tras varios intentos alquilando otros chasis, su realidad económica era acuciante por lo que accedió a contar con el apoyo del acaudalado Walter Wolf, quien finalmente en un movimiento poco claro, se quedó con todo el capital.
Otro golpe para Williams. Deudas, la muerte de su amigo a cuestas y ahora, a empezar de cero una vez más. Pero, la alineación de los planetas, una ayuda inesperada, un golpe de astucia o como quieran llamarlo, salvó a Frank de las ruinas. El apoyo de Saudia Airlines, de la familia directa de Osama Bin Laden y la empresa TAG, le permitieron el oxígeno necesario para poder crear y empezar así a generarse un lugar en la historia.
Trasladó su base a Didcot y su compañía pasó a llamarse Williams Grand Prix Engineering. Junto a su ya inseparable Patrick Head, comenzaron a concretar muchos de sus anhelos en lo deportivo.
La gloria en las carreras, las victorias, los patrocinadores, los títulos mundiales, todo parecía encaminado para este hombre, amante de los deportes, que de la nada, cayendo una y mil veces, había montado un imperio en el mundo imposible de la Fórmula 1.
En medio del éxtasis por las conquistas, la vida le tendería una prueba más a su fortaleza mil veces golpeada pero nunca doblegada. El 8 de marzo de 1986, finalizados unos ensayos en el circuito de Paul Ricard, por las rutas de Francia, el Ford Sierra en el que se trasladaba junto al Jefe de Prensa de su equipo, Peter Windsor, se descontroló y dio varios vuelcos. Williams se llevó la peor parte.
Desde aquel día nunca volvió a caminar, producto de una grave lesión en la 7ma y 8va vértebras. Frank tuvo que enfrentar al mundo desde una silla de ruedas, para siempre. Eso tampoco fue motivo para renunciar al vertiginoso mundo de la velocidad que propone la Fórmula 1.
Su esposa Virginia fue un puntal fundamental en su vida y mucho más después de ese fatídico suceso. Cuando él supo de su lesión, mirando a su mujer le dijo: “Tal y como lo veo, tuve cuarenta años fantásticos de un tipo de vida, ahora tendré otros cuarenta años con otro tipo de vida”.
El deportista amateur que corría 10 km diarios, ya no era capaz de valerse ni siquiera para las tareas personales más indispensables, pero no por eso iba a renunciar a su pasión, la cual implica no solo grandes tensiones, sino que también demanda miles y miles de kilómetros alrededor del mundo, en ese circo itinerante que es la Fórmula 1.
Un año después del accidente, aquel hombre que había pasado hambre y miseria, durmiendo en sus propios coches de competición, que se había recuperado de una y mil caídas, el mismo que ya no caminaba pero que seguía corriendo en su corazón, recibió con orgullo la distinción de la Reina Isabel II quien le concedió la Orden del Imperio Británico.
No vayan a creer que la vida no siguió presentando batalla, a este hombre con una determinación arrolladora. Desde el 1 de mayo de 1994, indirectamente carga también con el estigma de la muerte de Ayrton Senna, probablemente el último gran piloto de todos los tiempos, quien falleció a bordo de uno de sus bólidos. Curiosamente Frank fue el que le dio la primera oportunidad a Senna en F1, invitándolo a porbar un auto en 1983.
Por lo deportivo, hay gente que cuestiona a Williams. En Argentina por ejemplo se recuerda su relación con Carlos Reutemann en aquella temporada de 1981. Al mismo tiempo hay otros lugares donde se lo venera, pero no hay un lugar donde no se lo respete.
Es el creador de uno de los equipos de Fórmula 1 más exitosos de todos los tiempos y sus números así lo indican:
Team Williams: 37 temporadas desde su debut en Argentina 1975, 9 motoristas, 42 modelos y 58 pilotos.
113 Victorias, 126 Poles, 130 Vueltas Rápidas, 296 Podios y 33 dobletes.
9 Campeonatos de Constructores - (2do en la Historia detrás de Ferrari)
1980, 1981, 1986, 1987, 1992, 1993, 1994, 1996, 1997
7 Campeonatos de Pilotos - 1980 (Alan Jones), 1982 (Keke Rosberg), 1987 (Nelson Piquet), 1992 (Nigel Mansell), 1993 (Alain Prost), 1996 (Damon Hill), 1997 (Jacques Villeneuve)
Está claro que en un Gran Premio, los pilotos son los héroes. Enfundados en sus buzos y rodeados de seguidores, acaparan toda la atención. Pero allí nomás, a punto de cumplir 70 años y apartado del camino de las luces, estará Frank Williams, el hombre parapléjico que desde su silla de ruedas, refleja la verdadera pasión por la vida…la verdadera pasión por la Fórmula 1.
@damonf1
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